jueves, 5 de enero de 2012

2009 - Los niños de ahora

Llegaban cada vez más. El timbre sonaba mucho (tal vez demasiado) y cada vez habían más piqueos, más vino, más futuras ebrias. Las amigas de mamá llegaban en serie, saludaban, mencionaban: “¡Que grande está tu hija!”. Yo pensaba: Soy humana, tengo que crecer alguna vez ¿O no? O mencionaban algo así como: “Soy Marita, yo te he visto desde chiquita ¿Te acuerdas de mi?” No, en realidad no, nunca me pareciste memorable. Pero por lo menos intentaban ser amables, entonces yo respondía con una sonrisa en la cara y las invitaba a pasar. Algunas simplemente me llamaban Alexandra y yo tenía que fingir que ese era mi verdadero nombre para no generar tema de conversación.

Estaba haciendo las tareas y no quería interrupciones porque ya estaba a punto de terminar. En eso, tocan nuevamente el timbre y voy a abrir la puerta. Era una mujer con un bebé en brazos y una niña a la cual muchos llamarían “chibola” por su característica forma de vestir y las dos colitas que amarraban los lacitos en su pelo. Su vestidito rosado me cegaba y su blanca sonrisa llena de dientes de leche me incomodaba. Nunca me gustaron los niños. La mujer me saludó y preguntó por mamá. Está arriba con todas sus amigas. Entonces dejaré a mis hijos por acá. Bueno. No sabía que “por acá” era pegados a mí, es decir, nunca supe que en ese momento había dejado de ser una persona libre que solo quiere hacer sus tareas para convertirme en una niñera sin paga.

La niña me siguió hasta mi cuarto, mencionó su nombre, el cual era poco memorable, mas la personalidad de la niña no. Parecía una buena niña, así que para que se entretenga, le di un maletín (que me demoré bastante en buscar) lleno de Barbies. Descubrí que no estaba tan lleno, ya que cuando lo abrí sólo había una Barbie, un Ken, una Kelly, entre kilos de ropa. La niña se entusiasmó y empezó a jugar con ellos mientras yo fingía terminar la tarea (que en realidad ya había terminado). Me interrumpió. ¿No tienes más Barbies? No, mentí. Es que no me gusta ésta. ¿Por qué? Es linda. Esta cochina, me decía. No, no lo está, es negra. Pero no me gusta, es sucia y fea.

Me quedé impresionada. La niña tenía a penas unos 5 años y ya tenía una ideología racista. Supongo que esto es influencia de la mamá, pensé. Felizmente el niño todavía era pequeño y tenía posibilidad de salvarse de ese tipo de malos pensamientos. Intenté convencer a la niña de que la Barbie no estaba sucia, que simplemente era negra y eso no tenía nada de malo, pero todo fue en vano. La niña quería otra Barbie. Una rubia. Tal vez fui algo inmadura al discutir con la niña, pero al final ésta me terminó pegando. Hasta se encerró en mi cuarto y no me dejó pasar. Quería que le de una Barbie rubia, no una negra.

Cuando recuperé la propiedad de mi cuarto, la niña fue a donde su mamá a difamar mi nombre. Dijo cosas inciertas sobre mí, pero a mi no me importaban. Esa niña era simplemente un pequeño diablo que estaba a punto de irse de mi casa. La mamá se disculpó con mi mamá y me dio una mirada que yo interpreté como asesina. La niña se despidió de mi con una sonrisa, fingiendo que no había pasado nada. Yo le seguí el juego, por supuesto. Y la puerta se cerró. En fin, la entretuve un poco.

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