jueves, 5 de enero de 2012

2010 - El otro lado del prosopón

Era mal momento para el viaje. No es hora, dije, pero fue en ese momento cuando sus tentáculos cogieron el reloj y lo escondieron. No querían que el relato tenga tiempo, así que me engañaron y ya no sé qué hora es. Ya no hay tiempo de comer más, ya no es hora de dormir. Es hora de permanecer a la intemperie. Desapareció la luz y la oscuridad simultáneamente.

Espero. Llega 36 y sus tentáculos me preguntan: ¿Ahora que ya no hay un tiempo, hay un espacio? Mira abajo. La tierra está realmente contaminada, pero era mentira. No hay tierra, era solo el globo de feria de ese pequeño niño gordo, que me observa mientras mastica el chicle. 36 sonríe con los ojos y me toca las piernas. Le digo a 36: ¿Dónde estoy? Pero mis palabras no suenan. O yo creo que no lo hacen. En fin, los tentáculos de 36 me golpean la cara y de mí brotan flores. Me siento arte abstracto y nunca recordaré las clases de pintura ¿Qué es eso? Vomito signos de interrogación y alguien toca la puerta: Es 62. ¿Quién es Isabel? “¡No existen las palabras!” me grita 62 en mayúsculas. 36 lo mira y se ríe. Ahora se ríen juntos de mí. Yo sigo vomitando signos de interrogación, pero 62 y 36 me cobijan bajo una lluvia ácida hielo seco. Me olvido de las palabras, todo está tan frío que quema y lo siento...

Empiezo a pensar, creo que es efecto del frío: Creo que ahora que no hay tiempo, tampoco hay espacio, pues he perdido las formas que me permiten estructurar todo lo sensible en pensamientos: Ya no ubico mi experiencia. Ya no conozco. Ya no existo. Soy ficción. Me amo.
Ahora ya no soy capaz de percibir en su totalidad. Entonces me doy cuenta de que 36 no es 36 y que su sonrisa probablemente no la haya sido. Sus tentáculos sí, de eso sí estoy seguro, eso es intuición. ¿Y el niño? El niño se fue corriendo, pero escucho aún su risa. Probablemente no sea su risa, sea la risa del vacío, pues ¿quién dice que era un niño? Tal vez era 62 disfrazado. ¿Quién dice que estoy loco? Mamá, no lo estoy, ¿Verdad?

Despierto. Son las 8:00 y ahora ya todo tiene sentido (literalmente), pues estoy en mi cama. “Qué aburrido”, pero hay sol, que puedo ver a través de mis ventanas. Huelo el pan caliente y escucho el “Ya está listo el desayuno”. Cojo las sábanas calientes y un “Qué alivio”, pero otra vez “Qué aburrido” y empieza otro día más y 36 se ríe con 62 y me escupen desde el otro lado del Prospón.

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